No todo se arregla hablando. Hay momentos en los que las palabras no son suficientes, en los que no sabes cómo explicar lo que sientes, o directamente no quieres hablar de ello. Pero gracias a las investigaciones de muchas personas hay métodos alternativos que pueden funcionar para ayudarte. La musicoterapia lleva décadas usándose en entornos clínicos, educativos y sociales, pero todavía hay quien la ve como algo alternativo o poco serio. Pero, lo cierto es que sus efectos están más que estudiados, especialmente en el ámbito de la salud mental.
La musicoterapia no entiende de gustos ni de talento… Simplemente va de usar la música —escucharla, crearla, moverte con ella— como una forma de sentirte mejor, regular tus emociones, conectar con los demás y entender mejor lo que te pasa.
¿Qué es realmente la musicoterapia?
Lo primero es aclarar qué no es. No es poner una playlist relajante en YouTube mientras haces yoga. Tampoco es cantar en la ducha o tocar la guitarra con tus amigos, aunque todo eso pueda ayudarte a sentirte bien. La musicoterapia es una disciplina profesional, con formación específica, y se basa en el uso de la música dentro de un proceso terapéutico, con objetivos concretos.
Se puede trabajar de forma individual o en grupo, y suele haber un musicoterapeuta guiando las sesiones. Algunas veces se improvisa con instrumentos, otras se usan canciones conocidas para trabajar la memoria o las emociones. En muchos casos se compone música desde cero o se utiliza el ritmo y el movimiento corporal como parte de la terapia. Lo que no cambia es que todo está enfocado a mejorar el bienestar emocional, social o cognitivo.
Tipos de música y sus efectos según cómo te sientes
No todo tipo de música tiene el mismo efecto en todas las personas. Tampoco actúa igual en función de lo que te esté pasando. Aun así, hay ciertos patrones que se repiten y que pueden ayudarte a entender por qué te calma una canción y te agobia otra:
- Música lenta y armónica (como clásica, ambient o acústica suave): Suele ayudar a reducir la ansiedad, relajar la respiración y bajar las pulsaciones. También puede facilitar la introspección, por eso se usa en procesos de duelo o de ansiedad generalizada.
- Música con ritmos marcados (funk, percusión africana, algunos estilos latinos): Puede ser muy útil si estás apático, con poca energía o en estados depresivos leves. Activa el cuerpo, da sensación de movimiento y rompe la inercia emocional.
- Música con letra clara y significativa: Se utiliza mucho en procesos donde hay bloqueo emocional. Escuchar letras que hablan de lo que tú no puedes poner en palabras te puede ayudar a identificar lo que te pasa.
- Improvisación instrumental o vocal: Es especialmente útil si tienes dificultades para expresarte verbalmente. Tocar sonidos sin juicio ni estructura puede facilitar la conexión con emociones reprimidas.
El tipo de música que se utiliza no lo elige el terapeuta a ciegas. Se adapta a cada persona. Hay quien encuentra alivio en el jazz y a quien le relaja el heavy metal. Lo importante es cómo reacciona tu cuerpo y tu mente, no si el estilo es supuestamente relajante o no.
La ansiedad y la música
Uno de los terrenos donde más se ha investigado el impacto de la musicoterapia es en la ansiedad. No solo porque sea un trastorno muy común, sino porque los resultados suelen ser bastante claros. En estudios realizados con personas con ansiedad generalizada, fobia social o trastornos de pánico, se ha visto que incluir sesiones de musicoterapia reduce de forma significativa los niveles de cortisol, la hormona del estrés.
También se han observado efectos positivos en la frecuencia cardíaca, en la respiración y en la actividad cerebral. Pero lo más interesante es el cambio subjetivo: muchas personas describen sentirse más tranquilas, más centradas y con más sensación de control sobre sus emociones después de sesiones musicales.
En algunos hospitales, incluso se usa música personalizada antes de operaciones o procedimientos médicos para bajar el nivel de ansiedad. En el ámbito educativo, también se han hecho pruebas en estudiantes antes de exámenes y los resultados apuntan en la misma dirección: menor nerviosismo y más concentración.
Trastornos psicológicos y musicoterapia
La musicoterapia no es una solución mágica ni sustituye a un tratamiento psicológico o psiquiátrico cuando hay un diagnóstico clínico. Pero puede ser una herramienta muy valiosa como parte del proceso. Dependiendo del trastorno, su uso cambia:
- Depresión: Ayuda a activar zonas cerebrales relacionadas con el placer y la motivación. En sesiones grupales, también combate el aislamiento y favorece la interacción social.
- Trastorno por estrés postraumático (TEPT): El trabajo con ritmos puede ayudar a regular el sistema nervioso. En muchos casos se evitan las letras para no activar recuerdos traumáticos, y se trabaja con sonidos que inviten a la calma o la expresión corporal.
- Trastornos del espectro autista: Se ha utilizado mucho en niños, pero también en adultos. La música permite una forma de comunicación no verbal y puede servir para trabajar la atención, la interacción y la regulación emocional.
- Trastornos alimentarios: En estos casos, la musicoterapia puede ayudar a reconectar con el cuerpo sin juicio, especialmente a través del movimiento. También se trabaja mucho la autoestima y la expresión emocional a través de la composición musical.
Los efectos dependen siempre del enfoque y del profesional, pero hay consenso en que no es una terapia de segunda fila. Está reconocida por asociaciones internacionales de psicología y salud mental, y en muchos países forma parte de los sistemas de salud pública.
Qué dicen los estudios científicos
Más allá de la experiencia personal, lo interesante es que hay bastante evidencia científica sobre cómo funciona la musicoterapia. En revistas especializadas en neurociencia y salud mental, como The Lancet Psychiatry, Frontiers in Psychology o Journal of Music Therapy, se publican constantemente investigaciones sobre sus efectos.
Por ejemplo, un metaanálisis publicado en 2021 revisó más de 50 estudios sobre el uso de la musicoterapia en personas con depresión, y concluyó que los efectos eran comparables a los de tratamientos psicológicos estándar, especialmente cuando se combinaban ambos.
En otros estudios con pacientes con Alzheimer se ha observado una mejora en el estado de ánimo, en la memoria a corto plazo y en la interacción social. En contextos hospitalarios, también se han medido reducciones claras de la percepción del dolor en pacientes que escuchaban música personalizada antes o después de intervenciones médicas.
Lo importante es que estos efectos no son placebo ni imaginarios. Se miden con herramientas objetivas, y cada vez se entiende mejor cómo responde el cerebro a la música en función del estado emocional.
Una mirada desde dentro
En el centro especializado en musicoterapia, Somarmonía, que trabaja con personas de todas las edades, lo tienen claro: la musicoterapia es una vía para abrir espacios emocionales que muchas veces están bloqueados. Según explican, una de las claves está en que la música permite conectar con uno mismo desde un lugar distinto al lenguaje, algo especialmente útil con niños pequeños, personas mayores o adultos que han vivido situaciones traumáticas.
En su experiencia, han visto cómo personas con ansiedad crónica encuentran alivio en el ritmo repetitivo de los tambores, cómo adolescentes con problemas de autoestima se sienten fuertes al componer sus propias canciones, o cómo personas mayores que apenas hablan recuperan la sonrisa al cantar melodías de su infancia.
Ellos trabajan con instrumentos en directo, música grabada y también con la voz, incluso aunque la persona no sepa cantar. El objetivo es desbloquear emociones, abrir canales de comunicación y generar bienestar. Y todo desde un enfoque terapéutico.
También tiene efecto en enfermedades físicas
Aunque la base de la musicoterapia es emocional, en muchas enfermedades físicas también se ha comprobado que puede tener efectos positivos.
- Dolor crónico: Escuchar o hacer música puede reducir la sensación subjetiva de dolor. No lo elimina, pero sí cambia la forma en la que se experimenta.
- Parkinson: Trabajar con ritmos ayuda a mejorar la coordinación motora. Hay ejercicios diseñados con música para estimular el movimiento y la marcha.
- Rehabilitación tras un ictus: Algunos centros han usado la música para estimular la memoria y la recuperación del lenguaje, especialmente en pacientes con afasia.
- Problemas del sueño: La música suave y predecible, especialmente con estructuras repetitivas, puede mejorar el descanso nocturno en personas con insomnio.
En todos estos casos, esta es una herramienta más para mejorar la calidad de vida.
¿Puede funcionar en ti?
Aunque no tengas un diagnóstico concreto, la musicoterapia puede ser útil si sientes que necesitas regular tus emociones, encontrar un espacio para expresarte o simplemente cuidarte desde otro lugar. No es necesario tener conocimientos musicales. De hecho, muchas veces el hecho de no tenerlos ayuda a dejar de lado el juicio o la exigencia.
Puedes probar con sesiones individuales, en pareja, en grupo… Hay muchas formas de enfocar la experiencia, y lo ideal es dejarse guiar por alguien formado en ello. También es importante entender que, como cualquier terapia, necesita constancia y compromiso.
Una herramienta imprescindible para el cuidado emocional
La musicoterapia puede ser una aliada poderosa, incluso cuando las palabras ya no bastan. Y lo mejor es que no importa tu edad ni tu historia: la música, cuando se usa con cuidado, puede ayudarte a recuperar el equilibrio.